Un poco más alto, por favor

No entendemos por qué la mayoría de la geografía nacional se obceca en emplear un registro tan limitado de volumen, siempre centrado en hablar como si se hubieran tragado un megáfono. Después de un intenso trabajo de campo que nos ha llevado quince minutos, hemos comprendido que se trata de una enfermedad basada en una carencia de nacimiento (al final es verdad que no es culpa suya). Y estas son nuestras conclusiones:

En Noruega también había boceras

– Los individuos que carecen de un modulador natural de volumen, lo que les lleva a hablar el 80% de las veces «muy alto», también nacen con una deficiencia denominada «falta de sentido de la oportunidad«. Pueden hablar en un hospital al mismo volumen que si estuvieran bebiendo calimocho en los San Fermines. Por cierto, que invento más malo el calimocho, qué aportación más errónea a la historia de la humanidad. Se acentúa al traspasar las fronteras de su barrio, ciudad y país de origen. Los reconocerás gritando por las calles de Burgos, Hamburgos o Luxemburgos sin ningún problema.

– Estos personajes también carecen de la capacidad de reconocer desinterés de su interlocutor por su persona y sus palabras. Bajo su punto de vista su interlocutor es todo el mundo. The Whole World. Bajo el punto de vista de The Whole World su interlocutor no es nadie.

– Deberían emitir videos de Gala hablando bajito de madrugada, en vez de tanta mierda de concursos de llamaditas con preguntas absurdas.

El póster del ambulatorio: terriblemente eficaz

– Los individuos que, bien en compañía, bien a través de dispositivos móviles, hablan a volumen brutal, suelen establecer primero un contacto visual con quienes le rodean, para estar seguros de ser escuchados. Acto seguido, comienzan a emplear frases relativas a distintos ámbitos de la vida que ellos suelen percibir como «grandes verdades», «tremendamente graciosas» o «frases que me definen como una excelente  persona». Sin embargo, tras diversas encuestas hemos encontrado que aquellos individuos que nacen sin esta tara, definen esas mismas frases como «irritantes», «no comprendo cómo se puede usar la palabra polla tantas veces en tan poco tiempo» o «frases que le definen como un auténtico cretino» (bueno, lo de cretino no es real, nadie utiliza esta palabra salvo en las películas).

– Los seres que hablan alto de forma habitual se consideran a sí mismos extrovertidos y alegres. El resto de la humanidad les considera cansinos e individuos con una fuerte necesidad de llamar la atención.

Lo peor es que la carencia puede también desarrollarse si la persona afectada se somete a un entorno hostil durante un periodo prolongado de tiempo o, simplemente, se toma dos copas. Nosotros somos de esos. De los hostiles. De hecho hostil viene de hostia.

Desafortunadamente es muy complicado que el enfermo reconozca sus problemas y suele reaccionar siendo verbalmente ofensivo. En el mejor de los casos reacciona con prudencia («perdonad, que no me doy cuenta») o acusa a terceros del problema  («yo no hablo alto, es que este sitio tiene mucho eco y por eso mi voz se proyecta tanto»-verídico). Nosotros, por supuesto, jamás hablamos alto. Imbécil quien opine lo contrario.

Desde aquí aprovechamos para puntualizar que, contrariamente a lo que se suele creer, que una persona hable alto sin motivo aparente no tiene que ver con el sexo, la edad ni muchísimo menos con el barrio del que uno venga. Salvo que venga de un barrio chungo, claro.